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Alberto Sánchez (Toledo, 1895 – Moscú, 1962)

Mujer en verde

hacia 1958-1962

INFORMACIÓN DE LA OBRA

Técnica especial, 62 × 27 × 41 cm.

Alberto Sánchez es una de las figuras más relevantes de la escultura española del siglo XX, tanto si nos referimos al arte de vanguardia que se produjo en España hasta el final de la Guerra Civil, como al que los artistas españoles desarrollaron en el exilio a partir de ese momento.

De origen humilde y sin formación académica alguna, se ganaba la vida como panadero en Madrid y accedió a la creación artística por pura vocación. A mediados de la primera década del siglo XX, junto a Francisco Mateos, comenzó a interesarse por la función revolucionaria del arte. A partir de 1922, la amistad con Rafael Barradas sería crucial, ya que Alberto obtendría un conocimiento directo de la eclosión de las vanguardias en España y Barradas reforzaría la vocación social de su pintura.

En la exposición de la Sociedad de Artistas Ibéricos de 1925, que dio a conocer a Dalí, a Palencia, a Cossío, a Ucelay, a Moreno Villa y a otros jóvenes vanguardistas, Alberto mostró por primera vez dibujos y esculturas que contenían ya elementos cubo-futuristas. Entre 1926 y 1928 disfrutó una beca de la Diputación de Toledo y, a principios de los años treinta, comenzó a enseñar dibujo en un instituto de El Escorial.

Poco antes de la proclamación de la República, el escultor toledano puso en marcha, junto a Benjamín Palencia y Pancho Lasso, lo que conocemos como Escuela de Vallecas. Desde entonces y hasta la Guerra Civil, a esta experiencia poética se sumarían muchos de los protagonistas del esplendor cultural republicano. De hecho, telones de Alberto realizados con este lenguaje visual decoraron algunas de las obras representadas por el teatro ambulante La Barraca.

Nacida de iniciáticos paseos en los que se recorrían los alrededores de Madrid y Toledo a la búsqueda de inspiración, la poética vallecana de Alberto produjo obras en las que se barajaban claves telúricas, rurales, castizas, populares o suburbiales, expresadas a través de un lenguaje biomorfo, lindante a la abstracción surrealista y capaz de situarse en paralelo con las tendencias más avanzadas de la escultura internacional. Muchas de estas obras desaparecieron durante la Guerra Civil y solo se conocen fotografías, pero el Boceto de decorado para «Numancia» de Cervantes es uno de los mejores ejemplos de los que se han conservado.

Esta poética visual de Alberto estuvo también presente en la Exposición Internacional de París de 1937, configurando El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella, la enorme y totémica escultura que se erigió a la entrada del pabellón español.

En 1938, Alberto marchó a la Unión Soviética. Era el comienzo de un transterramiento que duraría hasta su muerte en 1962. Al principio se dedicó sobre todo a la plástica escenográfica, pero a partir de la distensión de 1956 reemprendió la producción de esculturas y obras bidimensionales relacionadas casi siempre con proyectos de monumentos. Muchos de los elementos de la primitiva plástica vallecana reaparecieron en su etapa soviética, entroncando a su vez con la inspiración emanada del nuevo medio natural.

El resto de las obras de Alberto presentes en la Colección Banco Santander pertenecen a este último periodo. Expresan con elocuencia este regreso mental a los campos vallecanos, al protagonismo de toros, pájaros y figuras humanas que seguían recorriendo estos campos en su memoria y a monumentos previstos para insertarse en la naturaleza. Personajes todos de un imaginario que también abrazó el campo ruso, rompiendo fronteras para transformarse en universal. [Jaime Brihuega Sierra]