MI ESCULTURA SURREALISTA

A R T E

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Yo tenia 28 años recién cumplidos. Todo fue muy vertiginoso en esa tarde de otoño de 1989: su productora Tita Tamames a quien yo ya conocía, llegó algo apurada desde el estudio de grabación hasta el mostrador de entrada del viejo Canal 9 en Gelly 3378, cuando me anuncié. Al verme, me dijo: trajiste la escultura? “Bueno, Vení por acá, seguíme”. Pasamos unos pasillos medio laberínticos y finalmente abrió la puerta del estudio de Grabación Principal, corrió un pesado cortinado negro y dijo: “hablemos bajito que estamos en el aire, quedate por acá a un costado junto con él, que tendrá una entrevista larga primero y vos irás al final”.  Yo obedecí observando todo en silencio y me quedé en fila al lado de Julio Bocca como me pidió. 

En uno de los cortes, Tita me presentó a la conductora Susana Gimenez para que le explique el significado de mi obra escultórica surreal. 

La escultura representaba a dos mujeres fusionadas y entrelazadas entre sí: la imaginé y modelé de esa manera por que quería que sea un nexo doble entre el público y ella misma, a través del desdoblamiento de su personalidad materializándolo con dos cabezas simbiotizadas de la misma persona: una, con rostro de expresión hollywoodense estaría orientada a la cámara y la otra con rostro de expresión introspectiva estaría orientada hacia ella misma. La obra tenía que estar ubicada a un costado de su escritorio con un giro muy preciso para que no se vean las dos simultáneamente: de esa forma la cámara tomaría a la escultura con la mujer de expresión pública de frente que era la que solo vería el televidente mientras SG se observaría a sí misma, a la mujer de expresión más íntima. 

Yo transitaba en ese momento por un período surrealista y proponía una metáfora trascendiendo la realidad porque quería que la escultura crease un diálogo invisible y metafísico entre el público hacia la obra y de la obra hacia la protagonista misma. 

Finalmente Susana Gimenez me presentó muy efusivamente y la explicó al aire aunque confundiéndose, girándola varias veces por que no recordaba bien lo que le había explicado en el corte sobre la posición específica. Riéndose me dijo algo así como que yo solo la entendía y que para ella la tendría que cortar en dos. Su sorpresiva broma causó carcajadas en todo el piso y con esa divertida última escena terminó el programa ese día agradeciéndome. 

Yo me fuí por el pasaje Gelly con mi gran amigo Fernando Sasson- que me había ayudado a llevar la pesada caja con la obra- híper contento por la experiencia inédita que había vivido esa tarde dentro del mundo del espectáculo desconocido para mí. Esta escultura quedó en su escritorio escenográfico por bastante tiempo.

Hoy por lo que más me alegro es que creo que- según alguien me comentó no hace mucho- aún la sigue conservando en un lugar preferencial del living de su casona. 

Buenísimo! me dije cuando lo supe, menos mal que no fue para el quincho! 

Homero Sangorrin