Esta pequeña planta es una de las que más se consume en té o se usan en aceites debido a su agradable sabor y olor, pero también por su larga lista de cualidades medicinales.

La manzanilla es una de las plantas medicinales más antiguas conocidas por ser humano, no por nada es una de las flores que más abundan en las cocinas de todas partes del mundo.

Es identificada por ser una florecilla de blancos pétalos con un tallo erguido y ramificado muy parecidas a las margaritas y su nombre de debe a que su aroma recuerda al de las manzanas.

Es miembro de la familia Asteraceae y representada por dos variedades, la manzanilla alemana y la manzanilla romana, cuyos nombres científicos son Chamomilla recutita y Chamaemelum nobile, respectivamente.

La variedad de usos que se puede dar a esta hierba la convierte en un remedio natural indispensable, desde tés y gotas, hasta aceites e inhalaciones.

La relevancia de esta planta medicinal a nivel mundial es tal que se calcula que se consumen más de un millón de tazas de té de manzanilla al día en todo el planeta.

Para qué sirve la manzanilla

Las preparaciones de la manzanilla se utilizan para tratar una larga lista de padecimientos: es considerado un calmante, descongestiona las vías respiratorias, desinflama los intestinos y es auxiliar en enfermedades como la gripe y la tos.

Aplicada en compresas, alivia los dolores de cabeza, las úlceras varicosas en las piernas, así como las inflamaciones e infecciones de los ojos. Las vaporizaciones del aceite de manzanilla se usan contra la ansiedad y la depresión.

En uso externo actúa también como antiinflamatoria, para heridas, cicatrizante y mucosas, así como antiséptica y antineurálgica.

Además, ayuda a combatir desórdenes menstruales, los cólicos -principalmente en niños-, la diarrea, el insomnio, las ulceras, los calambres, los espasmos musculares, los desordenes gastrointestinales, el dolor reumático y hasta las hemorroides.

Por otro lado, se han realizado estudios para evaluar el efecto anticancerígeno de la manzanilla. La mayoría de los trabajos se han centrado en la apigenina, uno de sus componentes químicos.