Generar experiencias que potencien lo académico es uno de los objetivos de las nuevas salas y edificaciones de la Universidad de los Andes. | Foto: Jorge Serrato

UNIVERSIDAD Y CIUDAD

Los Andes, 20 años de transformación

En las últimas dos décadas, la Universidad de los Andes ha protagonizado un desarrollo en infraestructura física. ¿A qué se debe este impulso de construcción?

22 de septiembre de 2019

A principios de la década del año 2000, la Universidad de los Andes se debatía entre construir en el centro de Bogotá o mudarse a una zona donde fuera más fácil desarrollar infraestructura. La institución quería garantizar que los estudiantes y profesores pasaran buena parte de sus vidas en la universidad, pero no solo estudiando sino disfrutando tiempos de ocio y deporte.

Luego de varias discusiones, la administración decidió permanecer en el corazón de la capital del país. “Si nos vamos a quedar, nos vamos a quedar bien”, fue la conclusión en esa época, según recuerda Maurix Suárez, gerente del campus.

El primer hito de esa decisión fue el edificio Mario Laserna, inaugurado en 2007. La construcción, de 43.000 metros cuadrados, dispone de laboratorios capaces de simular sismos, salones equipados con la última tecnología, una biblioteca con 500.000 volúmenes y es ejemplo de infraestructura mixta, es decir, que combina aulas abiertas para todas las carreras con espacios especializados.

“La educación de calidad requiere infraestructura de calidad”, dice Suárez, y manifiesta que espacios misionales, como salones u oficinas, son claves, pero se necesitan otros donde confluyan saberes. “Ahora los espacios colectivos son más grandes, lo que facilita generar ideas y conversaciones fuera del aula”, puntualiza Alejandro Gaviria, rector de la universidad.

Campus sostenible

Hoy, los edificios de la Universidad de los Andes usan tecnologías sostenibles como paneles solares y plantas de reciclaje de agua; además, se construyen de forma flexible para acoplarse a las nuevas metodologías educativas. Por eso, la planeación, la construcción y el monitoreo son esenciales para la institución, sus necesidades y, claro, la austeridad. En ese sentido, la arquitectura cumple un papel fundamental.

“Más que los edificios faraónicos, lo importante son las personas –recalca Gaviria–. Aquí formamos ciudadanos y queremos ver el campus lleno. Por ejemplo, tenemos la obligación moral y ética de que las personas en condición de discapacidad se muevan libremente. Y la construcción debe ir en ese rumbo”.

El Plan de Desarrollo de Infraestructura Física y Tecnológica 2025, con una inversión cercana a los 500.000 millones de pesos, busca que el campus sea más incluyente y permeable con el centro histórico de Bogotá. Precisamente, uno de los elementos vitales para lograr esa integración es el Centro Cívico Universitario, que ya está en construcción. En él se ubicará la nueva biblioteca, de unos 6.000 metros cuadrados. Funcionará todos los días, las 24 horas, y ofrecerá colecciones abiertas para los vecinos de la universidad.

El área del Centro Cívico será de 30.000 metros cuadrados e incluye la Facultad de Derecho, una plazoleta pública, salones, sala de exposiciones, auditorio y varias terrazas verdes. Está pensado para complementar el ambicioso programa de renovación urbana Fenicia, que comprende viviendas, oficinas y servicios en el área cercana a los Andes.

El trabajo de la universidad con otros actores ha permitido ejecutar proyectos como las residencias City U y el Centro del Japón. Este último está ubicado en una casa de interés histórico que fue restaurada y que ahora cuenta con sala de exposiciones, auditorio y salones. Se logró gracias a una alianza con el gobierno nipón, la Asociación de Empresarios Japoneses en Colombia y algunas marcas patrocinadoras.

Infraestructura mixta

El 30 por ciento de los estudiantes de los Andes estudia dos programas académicos (Administración y Ciencias Políticas, por ejemplo), lo que supone un reto logístico. Por eso, la infraestructura mixta ha sido una solución: ningún edificio tiene una vocación particular. Por ejemplo, en la Facultad de Arquitectura y Diseño hay salones, cafeterías, talleres y terrazas que son usadas –y habitadas– por toda la comunidad.

Así mismo, los futuros edificios del Departamento de Música tendrán zonas técnicas, pero también salones y espacios abiertos. Incluso la sede Serena del Mar, en Cartagena, se construyó con esos estándares. “Logramos diseñar una estructura que genera experiencias. El campus de los Andes potencia lo académico”, explica Suárez. Ejemplo de lo anterior es la Sala del Silencio, un lugar de reflexión de 100 metros cuadrados diseñado por Willy Dreus, exdecano de arquitectura de la universidad.

El aula virtual

La institución también es consciente del desafío digital en la educación superior. Por eso ofrece servicios para que ir al campus genere valor, como el laboratorio de Metabolómica –donde se estudian los procesos químicos que involucran a los metabolitos–. O servicios más simples como tableros digitales de uso libre en áreas comunes. Es más, pensando en la educación virtual, la institución cuenta con programas ‘blended’ en posgrado, que mezclan presencialidad con virtualidad. Recientemente, el director ejecutivo de Coursera –una plataforma virtual de educación superior desarrollada por académicos de la Universidad de Stanford– anunció una alianza con los Andes para implementar la primera maestría virtual en español sobre temas de programación.

El campus no es una colección de salones. Ofrecemos actividad física, una amplia agenda cultural, 150 laboratorios, 100 talleres... Es una pequeña ciudad viva que promueve el aprendizaje, que experimenta y que se integra a la comunidad. Ese es nuestro objetivo”, concluye Gaviria.