Los durmientes en las tormentas

 
 

Antes del viaje

En el libro de Jonás, leemos que Dios le dijo al profeta hebreo que viajara a Nínive y advirtiera a los habitantes de la ciudad del juicio inminente del Señor sobre ellos, pero que Dios los perdonaría si se arrepentían. En lugar de obedecer Jonás abordó un buque que se dirigía a Tarsis, huyendo de Dios.

Siglos después, las enseñanzas de Jesús atrajeron una enorme multitud junto al mar. Jesús se paró en una barca y les contó a la multitud una parábola sobre un sembrador que plantó semillas en diferentes terrenos. Jesús explicó a Sus discípulos que las semillas que “cayeron en buena tierra, y… dieron fruto” (Marcos 4:8) representan a aquellos que “oyen la palabra, la aceptan y dan fruto” (Marcos 4:20). Los discípulos aún estaban reflexionando sobre esto cuando Jesús les sugirió que se le unieran en la barca para cruzar el Mar de Galilea.

La tormenta

Durante el viaje de Jonás a Tarsis, “el Señor desató sobre el mar un fuerte viento, y hubo una tempestad tan grande en el mar que el barco estuvo a punto de romperse” (Jonás 1:4). Inconciente de la peligrosa tormenta arremolinándose afuera, Jonás dormía apaciblemente en la popa de la nave.

El capitán de la nave despertó a Jonás, preguntándo, “¿Cómo es que estás durmiendo? ¡Levántate, invoca a tu Dios! Quizás tu Dios piense en nosotros y no pereceremos.” (Jonás 1:6).

Una escena similar se desarrolló para los discípulos. Mientras cruzaban el Mar de Galilea, “se levantó una violenta tempestad, y las olas se lanzaban sobre la barca de tal manera que ya se anegaba la barca” (Marcos 4:37). Al igual que Jonás, Jesús se había quedado dormido en la popa, mientras el desastre era inminente. Fueron los discípulos quienes lo despertaron clamando: “Maestro, ¿no te importa que perezcamos?” (Marcos 4:38).

Siglos antes en el furioso Mediterráneo, los compañeros de tripulación de Jonas se volvieron a la adivinación para descubrir quién había causado la ira de los dioses. Cuando las suertes cayeron en Jonás, le requirieron que les explicara qué había hecho para enojar a su Dios y provocar la tormenta. Jonás admitió que estaba huyendo de la presencia de Dios, y le dijo a sus compañeros, “Soy hebreo, y temo al Señor Dios del cielo, que hizo el mar y la tierra” (Jonás 1:9).

La solución

En la barca de pesca sacudida por la tormenta, Jesús vió el terror de Sus discípulos, pero el no tenía temor. Le preguntó a sus compañeros, “¿Por qué estáis amedrentados, hombres de poca fe?” (Mateo 8:26). Entonces reprendió al viento y al mar como si fueran niños.

Moviéndose del terror al asombro al ver morir la tormenta, los discípulos se preguntaron, “¿Quién, pues, es este que aun a los vientos y al agua manda y le obedecen?” (Lucas 8:22- 25).

El apuro de Jonás no terminó tan pacíficamente. El miedo de los marineros se duplicó cuando entendieron quién era Jonás y por qué estaba ahí. “¿Qué es esto que has hecho?” le preguntaron incrédulos (Jonás 1:10).

La tormenta estaba creciendo proporcionalmente con su miedo; si continuaba, no había esperanza de salvarse. De mala gana, los marineros le preguntaron al profeta, “¿Qué haremos contigo para que el mar se calme en torno nuestro?” (v.11).

¿Fue con miedo, resignación, o vergüenza que Jonás les dijo a sus compañeros que lo arrojaran al mar? ¿Escogió la muerte para salvar las vidas que había puesto en peligro, o fue su último esfuerzo de rebeldía por escapar de la tarea que Dios le había encargado?

La narración bíblica no nos dice cómo se sentía Jonás; sólo que les dijo a los marineros: “Tomadme y lanzadme al mar, y el mar se calmará en torno vuestro, pues yo sé que por mi causa ha venidoesta gran tempestad sobre vosotros” (v.12).

Al principio, los hombres se negaron a seguir las instrucciones de Jonás, intentando en su lugar remar a tierra. Pero la tormenta sólo se ponía más violenta; el viento y las olas eran muy fuertes para ellos. Los marineros tuvieron que enfrentar la realidad de que ningún esfuerzo humano podría liberarlos. Al final acordaron hacer lo que Jonás les dijo: “Te rogamos, oh Señor, no permitas que perezcamos ahora por causa de la vida de este hombre, ni pongas sobre nosotros sangre inocente; porque tú, Señor, has hecho como te ha placido” (v.14).

Con eso, arrojaron a Jonás por la borda, y justo como el mar algún día se calmaría bajo la reprensión de Jesús, las olas y el viento cesaron su tumulto. Sus vidas fueron salvadas, los hombres hicieron votos y sacrificios a Dios, convencidos de la muerte de Jonás bajo las olas.

Sin embargo, el versículo 17 revela el siguiente evento sobrenatural en la vida de Jonas: “Y el Señor dispuso un gran pez que se tragara a Jonás; y Jonás estuvo en el vientre del pez tres días y tres noches”.

Desenlace

Probablemente sabes cómo termina la historia de Jonás. Él llega a Nínive eventualmente y entrega el mensaje de Dios, el cual cae en “buena tierra”: los ninivitas escuchan y se arrepienten. Jonás se retira de ellos, esperando ver la malvada ciudad ser destruida por fuego y azufre. Pero Dios salva a Nínive y reprende a Jonás por su falta de compasión.

En cuanto a Jesús, no mucho después de que le ordenó a la tormenta que se fuera, los escribas y fariseos lo desafiaron a darles una señal. Jesús respondió: “…ninguna señal se le dará, sino la señal de Jonás el profeta; porque como estuvo Jonás en el vientre del monstruo marino tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre tres días y tres noches en el corazón de la tierra” (Mateo 12:39-41).

¿Recuerdas la oración de los marineros? ““Te rogamos, oh Señor, no permitas que perezcamos ahora por causa de la vida de este hombre, ni pongas sobre nosotros sangre inocente” (Jonás 1:14). Como Jonás, la muerte de Jesús salvó otras vidas. A través de Su crucifixión, Aquel que es más grande que Jonás puso su sangre inocente sobre nosotros, liberándonos de la condenación.

Jonás vino de mala gana a proclamar el juicio de Dios a una ciudad, pero “el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10), “para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).

Escrito por Miriam, Asistente de comunicaciones de Life in Messiah


  1. ¿Sabías que el libro de Jonás se lee típicamente en Yom Kippur (Día de Expiación) en la sinagoga? Si Dios puede perdonar a los ninivitas, Él puede perdonar a los peores pecadores. ¿Has experimentado Su perdón misericorde?

  2. El libro de Jonás termina sin decirnos la respuesta final de Jonás. Quizás tú estás en un tiempo de prueba profunda hoy. Este puede ser un buen momento para pedir a alguien que ore contigo para que tu respuesta final sea de humildad, fe y obediencia.

  3. Lee todo el libro de Jonás y Mateo 26:36- 28:20. ¿Qué otros paralelos ves en las historias de Jonás y Jesús?


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