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Presidenciales

Verónica Alcocer, la mujer que conquistó el corazón de Gustavo Petro

Verónica, la mujer que conquistó el corazón de Gustavo Petro

Verónica, la mujer que conquistó el corazón de Gustavo Petro

Foto:Diego Santacruz / EL TIEMPO

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Es católica y le duelen los niños. Quiere que los menores en el país crezcan en un ambiente de amor.

En un hotel del noroccidente de Bogotá estaba Verónica esperando. Es alta, rubia, de pelo corto y con unos impresionantes ojos azules. Su voz, un poco ronca y aguda, mantiene el acento de su natal Sincelejo.
Nació en un hogar conservador y creció con sus dos hermanos: Juan Carlos y María Teresa. Su padre, Jorge Emilio Alcocer, un reputado abogado, seguidor y amigo personal del fallecido Álvaro Gómez Hurtado, murió hace seis años por problemas renales. Su mamá, Elizabeth García, vive en Sincelejo.
Somos una familia unida y numerosa; por parte de mi papá son diez hermanos y por mi mamá, tres. Mi abuelo fue alcalde de Sincelejo en los años 50”.
Estudió en Nuestra Señora de las Mercedes, un colegio franciscano y de monjas, una época inolvidable que recuerda con especial cariño. “Viví hermosos momentos allí. Tuve grandes amigas que aún visito y frecuento mucho”.
De pequeña fue inquieta, traviesa, pero quizá lo que más la caracterizaba era su pasión por la poesía y la música. “Toda la vida me ha gustado el tema de las artes. Me cuentan que yo era el centro de atracción en todo lado porque recitaba poemas y me subía a las mesas a cantar. Viví mucho entre adultos, mi círculo de familia en realidad; tengo casi 50 primos. Me encantaban las reuniones de mis tíos y participar en ellas. Escuchaba son cubano”. Y entre risas también recuerda que en una oportunidad llegó a su colegio Susana Caldas, y la pusieron a declamarle un poema como bienvenida.

'Quería ser monja'

Más allá de sus gustos artísticos, Verónica es una persona completamente católica y mariana. En el respaldo de su celular tiene una imagen de la Virgen, y de su cuello pende un rosario. “Desde niña fui así. Soy devota de la Virgen de las Mercedes (de su colegio), pero también de la Virgen de Guadalupe y la Milagrosa, con quien me he soñado mucho. Además, fui consagrada a la Virgen del Socorro: yo me llamo Verónica del Socorro”.
A diario reza el rosario y lee la Biblia, especialmente el libro de los Proverbios, porque piensa que la mejor manera de evolucionar como ser humano es alimentar la parte espiritual a través de la oración. Pero esto no es algo reciente, lo hace desde pequeña, e incluso quería ser monja.
Yo vivía en el colegio de día y en el convento de noche. Cuando no llegaba a la casa, mis papás me iban a buscar allá; estuve a un pelo de convertirme en monja, pero no seguí porque me enamoré”. En ese entonces tenía 15 años. Fue su primer amor.
Después conoció al padre de su primer hijo, Nicolás, con quien duró cinco años. “Fue una relación formal; quedé embarazada y resolví tenerlo, pero no seguir con él. Asumí la responsabilidad de ser madre soltera. Una decisión personal que, sin duda, fue muy fuerte para mi casa, tan conservadora”.
Sus estudios de derecho se tuvieron que aplazar, pues su padre le exigió que regresara a su casa y empezara nuevamente allá. Hoy en día, su hijo ya tiene 20 años, y gran parte de su crecimiento y educación la vivió al lado del hoy candidato a la presidencia Gustavo Petro.

Somos muchos, pero es como si fuéramos uno solo. Yo me he encargado de que eso sea así. Soy la que tiende puentes entre nosotros para crear una relación familiar e interpersonal fuerte

Un amor a prueba de todo

Siendo ya madre y estando vinculada a la Corporación Universitaria del Caribe, Verónica conoció al hombre que se convirtió en su compañero de vida.
“Gustavo llegó allí para dictar una conferencia, yo era una de las organizadoras, y ahí nos vimos. Estuvimos hablando por teléfono durante tres meses, y lo invité para que conociera mi familia. Pensé mucho cómo hacer esto, pues mi papá, conservador y él, de izquierda y exguerrillero. Afortunadamente, todo salió bien, hablaron por un largo rato y a pesar de sus diferencias se adoraron. La etapa de noviazgo fue maravillosa, yo era malísima conquistando, pero él con su inteligencia me enamoró; me apasiona esto de él, es un hombre brillante”.
Se casaron el 17 de diciembre del 2000, y quedó embarazada de su Sofía, la primera hija de la pareja, y luego llegaría Antonella. Juntas se sumarían a los tres hijos de Gustavo, de sus dos anteriores relaciones, y al hijo de Verónica.
“Somos muchos, pero es como si fuéramos uno solo. Yo me he encargado de que eso sea así, soy la que tiende puentes entre nosotros para crear una relación familiar e interpersonal más fuerte. Los hijos de Gustavo son míos también”.
A esto se le suma una nieta, se llama Luna y tiene 8 meses. “Yo me siento cuasiabuela. Ella vive en Francia, donde vive Andrea, la hija de Gustavo, pero yo la llamo y le hablo por la cámara; ellos viven en Francia, pero estoy conectada”.
Desde entonces, sus estudios de derecho quedaron aplazados, una decisión de la que no se arrepiente, pues asegura que la presencia de la madre en un hogar es vital para el buen desarrollo de los hijos. “Llegará el día en que pueda retomar mis estudios, pero ya no en derecho, sino artes y música”.

Un programa para los niños

De llegar a convertirse en la primera dama de la nación, esta sincelejana no titubea en decir que su trabajo y esfuerzo se concentrarán en brindarles un mejor futuro a los niños. Si bien siempre ha sido una prioridad para ella, ahora lo es mucho más por dos grandes razones.
Hace dos años sacaron una cifra escandalosa del maltrato infantil en el país, y luego vino el espantoso caso de la pequeña Yuliana Samboní, que aún me duele en el alma. Eso cambió todo en mí”.

Los niños no pueden denunciar lo que les hacen, no tienen opción, son indefensos. Quiero que, al igual que mis hijos, los niños vivan en un ambiente de amor y respeto

Sus acciones se enfocarán en diversas campañas educativas para reinventar las familias, cambiar la actitud de ellas frente a los menores y reducir los índices de maltrato infantil. “Los niños no pueden denunciar lo que les hacen, no tienen opción, son indefensos. Quiero que, al igual que mis hijos, los niños vivan en un ambiente de amor y respeto. Que tengan las mismas condiciones y oportunidades que los míos”.

En la intimidad de su hogar

Todas las noches, la familia se concentra alrededor de la mesa para cenar. Una tradición que viene desde el seno del hogar de Verónica cuando era una niña. “Nos desconectamos de todo, ahí no hay celulares ni nada. Nos vemos las caras y hablamos”.
Así mismo, les encanta estar en casa, salir a pasear con los perros, hacer fogatas y asar masmelos. Antes, todos frecuentaban ir a cine, pero ya no es posible.
En cuanto a los hobbies de Verónica y Gustavo, a los dos les encanta bailar. Ella, una consagrada melómana, asegura que su esposo es muy buen bailarín.
“La vida sin música no es lo mismo. Me encanta el reggae, la electrónica es la que menos me gusta. Si me invitan a una fiesta, nunca me voy a quedar sentada, eso me relaja”.
La música clásica también está entre sus favoritas, una pasión que lleva en la sangre y heredó de su padre, que tenía una de las colecciones más importantes de este género, incluidas la zarzuela, la música de los países nórdicos y napolitana.
Obviamente, no podían faltar tampoco el vallenato, la salsa, las baladas y el merengue. “Amo a Wilfrido Vargas, lo conocí, y él es fan de mi marido. De hecho, nos ha invitado a algunos de sus conciertos; y con la música de plancha, necesito un micrófono inmediatamente”.
Así es esta mujer, que el próximo 26 de mayo, un día antes de las elecciones presidenciales, cumplirá 42 años. Allí, en medio de la tranquilidad de su hogar, rodeada de su familia y algunos de sus más cercanos e íntimos amigos, espera recibir el mejor regalo de todos: ver a su esposo, el candidato Gustavo Petro, convertido en el primer mandatario del país.
Sé que será así, confío en Dios y espero que nuestro trabajo sea ejemplo para los demás. Quiero dar lo mejor de mí, dentro de lo que yo soy”.
ÁNGELA LANDÍNEZ OLAYA
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