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Foto de referencia. Migración Colombia tramitó la deportación de la colombiana Echeverría desde Suiza. | Foto: Archivo de El País

El gran ausente

Además de grabar los centenares de horas de sus confesiones y testimonios que entregó a Dorado para que se hiciera cargo de ellas.

18 de febrero de 2022 Por: Carlos Jiménez

Antonio Dorado me ha invitado a acceder a la plataforma Vimeo para que vea su más reciente película. Se titula El gran ausente y es un documental que remata el esfuerzo que inició en 2018 con una exposición interactiva en el museo de La Tertulia para recuperar la figura de Augusto Rendón, el artista e ilustrador que, aunque de una notable popularidad en los años 60/70 del siglo pasado hoy parece completamente olvidado. A diferencia de quienes como Alejandro Obregón, Enrique Grau o el jovencísimo Fernando Botero fueron protagonistas en aquellos años de la irrupción del arte moderno.

Olvido que no habría que atribuir solo a que su obra no ha resistido bien el paso del tiempo sino al hecho de que, aún en aquellos años, él fue excluido del canon de dicho arte por quien precisamente lo forjó: la crítica de arte argentina Marta Traba. Y por quién tanto contribuyó a imponerlo desde la dirección del flamante Museo de Arte Moderno de Bogotá: la todopoderosa Gloria Zea. Tal y como lo sentencia el arquitecto Sergio González.

Él no es ni, sin embargo, el único que habla a lo largo del mismo. Al contrario: en la vibrante reconstrucción que Dorado ha hecho de la vida, logros y desventuras de Rendón cumplen un papel crucial los testimonios de muchos de los coetáneos de este artista nacido en 1922 en Bolívar, Cauca. El actor Humberto Dorado, el arquitecto Álvaro Thomas, el poeta Jota Mario Arbeláez, el crítico de arte Miguel González, junto a su madre, su hija y otros familiares, amigos y conocidos, son los encargados de ir tejiendo la trama del relato que da cuenta de este ilustre olvidado.

También interviene un personaje que de singular resulta casi inverosímil. Me refiero a Richard Morgan Stewart, un norteamericano que renunció a su nacionalidad para hacerse colombiano y que como amigo y confidente de Rendón escribió Mitologías personales de Augusto Rendón. Además de grabar los centenares de horas de sus confesiones y testimonios que entregó a Dorado para que se hiciera cargo de ellas.

En un pasaje de sus declaraciones afirma que, aunque Rendón no hubiera sido pintor, igualmente, lo habría admirado porque ‘su mejor obra fue su propia vida’. Y no le falta razón porque vista en conjunto la misma resulta milagrosa. La vida del niño pueblerino que iba para cura que, luego deambular por el mundo, llegó a ser protagonista de la irrupción del arte moderno en una Bogotá todavía provincia.

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