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El disfraz ha tenido una evolución de diferentes estilos hasta el actual que lleva más de 10 años. Luis Rodríguez Lezama
Sociedad

Los gorilas, 35 años de una ‘familia’ unida por el carnaval

Este disfraz lleva más de tres décadas recorriendo la Batalla de Flores. Integrantes recordaron anécdotas de sus apariciones en este desfile.

Al verlos pasar bajo el sol incandescente de la Vía 40, pareciera ser una estampida. Los sonidos guturales de una manada de gorilas ensordecen los oídos de los asistentes a la Batalla de Flores.

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La canción El baile del Gorila de la española Melody o El baile del mono del merenguero Wilfrido Vargas enloquecen a la multitud que ve a este grupo vestido de negro con una máscara en la cabeza y la cara pintada.

La comparsa de Los Gorilas llevan 35 años apareciendo los Sábado de Carnaval en la Batalla de Flores. Desde aquel 1988 hasta ahora, han recorrido varios escenarios, pues en sus primeros desfiles este evento se realizaba en la carrera 43.

El origen de cómo un grupo de amigos decidió juntarse para hacer este disfraz, que con el tiempo pasó a ser comparsa, fue un golpe de casualidad, fue obra del destino que los hermanos Morocho y Mate Certain llegaran hasta el barrio El Pueblo en busca de una careta de muerte.

“Le pedí a Morocho que me consiguiera una careta de muerte que estaban haciendo Los Mellos del barrio El Pueblito y cuando llegaron allá se encontraron que habían unos disfraces de gorila y ese día decidieron decirle a la señora que querían comprárselos”, aseguró Álvaro Jaramillo.

Sin embargo, entre Mate Certain y Carlos Yacaman siempre ha existido la lucha por declararse precursor del disfraz. “El que tiene la historia en cuadros, fotos y todo soy yo. Eso significa que soy de los organizadores”, aseguró Yacaman.

Mientras que Certain puntualizó que Carlos no estuvo en el primer desfile.

Entre risas iniciaba una historia de amor con el Carnaval que lleva tres décadas y un lustro. Juancho Jaramillo indicó que “era el disfraz original, se hacía con restos de telas y se usaba en los barrios, porque ya como tal había desaparecido del Carnaval y se había convertido en un disfraz de barrio para pedir plata en los estaderos”.

La evolución del disfraz

A lo largo de los 35 años Los Gorilas han tenido diferentes tipos de disfraces. Luego del tradicional, pasaron a uno elaborado con fique y en ese proceso de seguir mejorando tuvieron uno de terciopelo.

“Teníamos un disfraz de terciopelo y sudábamos demasiado. Con las primeras máscaras estábamos totalmente tapados y veíamos por la boca, para beber había que quitársela y a mitad del recorrido ya todos la llevaban en la mano, comentó Morocho Certain.

“A esa misma máscara le pongo esponja y me pintaba de negro, por lo que la cabeza del gorila me la ponía de la frente para arriba, como si mi cara fuera el cuello. Me voy a Galapa y me siento con Demetrio Llanos, para idear un nuevo tipo de máscara que es la que tenemos hoy”, indicó Juancho Jaramillo.

Luis Rodríguez Lezama
Un legado de generaciones

Los Gorilas es un grupo que tiene unos valores propios. Ser cercano a la familia y los amigos es lo primordial.

En coro aseguran: “Aquí somos padres, hijos, nietos, las esposas, las novias”. Es decir, quienes fundaron esta danza les transmitieron a sus hijos, la segunda generación, el valor de mantener este disfraz.

Así mismo, quienes hacen parte de esta segunda generación, hicieron lo propio con sus hijos, para así ya tener tres generaciones compartiendo en la Vía 40.

Alberto Certain fue de los primeros de la llamada segunda generación en hacer parte de Los Gorilas. Fue en 1991. “Le pedí a mi papá si podía salir en la Batalla de Flores porque ellos nos mandaban a un palco con las mamás. Le dije que eso era muy aburrido, que me dejara ir con ellos”.

Un 'show' con fuego

Aplausos, algarabía y fiesta era lo que vivían los carnavaleros ubicados en el único palco de la carrera 43, cuando la Batalla de Flores se hacía ahí. Los asistentes estaban exacerbados con el show con fuego que creían presenciar al paso de Los Gorilas.

Era Mate Certain, el protagonista. Y no, no era una puesta en escena, se estaba quemando de verdad, su traje hecho de fique era consumido por las llamas y nadie lo notaba. “Eso fue en 1990. Yo estaba prendiendo un cigarrillo y me cayó una chispa en el pantalón y eso se comenzó a prender, convirtiéndome en una bola de candela”.

En la desesperación por quitarse el disfraz y no poder hacerlo “apareció un bombero de Monómeros y me dio una patada voladora que me tiró al piso, me revolcó y me logró apagar. En eso mi hermano Morocho se devolvió y nos fuimos a la Clínica del Caribe. Allí me operaron y duré 18 días hospitalizado en el pabellón de quemados”.

Una de las anécdotas que más recuerda sobre ese suceso es que cuando ya estaba en el cuarto veía a la gente llorando, cuando abrían la puerta. “Como a las dos horas veo que entra el padre Tamayo y dije: hasta aquí llegué. El padre me rezó y me abrazaba y yo pensaba que ya estaba liquidado”, finalizó entre risas Mate.

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