Diomedes Díaz Maestre: »El cantautor de las multitudes»

«La música es la literatura del corazón, que comienza donde terminan las palabras». Alphonse de Lamartime (compositor, poeta e historiador francés).

Por: Ramiro Elías Álvarez Mercado

Pocas cosas son tan precisas como la interpretación de una obra musical por un buen cantante.
Vocalización exacta y rigurosa que dan lugar a un agradable canto que suele llegar directamente al alma.
La música tiene todo tipo de efectos en el ser humano: nos alegra, nos entristece, nos activa, nos hace bailar, nos emociona… Ha acompañado a la humanidad desde sus primeros días, cuando aprendimos a utilizar sonidos y cánticos para comunicarnos entre nosotros o con las fuerzas superiores que regían nuestras vidas y que han evolucionado según lo hacía la sociedad.

Las voces humanas poseen un timbre que permite distinguirlas entre sí y además poder identificar a la persona que la emite, ya sea al cantar o al hablar.
Una de esas voces privilegiadas para el canto vallenato fue la de Diomedes Díaz Maestre, quien le abrió los ojos a este mundo terrenal una alegre, festiva, radiante y fresca mañana invernal del domingo 26 de mayo de 1957, en el corregimiento de La Junta sur del departamento de La Guajira, más exactamente en las agrestes tierras de una finca llamada «Carrizal». Hijo mayor de la familia conformada por Rafael María Díaz Cataño y Elvira Maestre Hinojosa.

En un hogar de campesinos humildes, nobles, trabajadores y de sanas costumbres se fue levantando este pequeño niño que con el correr del tiempo se convertiría en uno de los más grandes artistas de la música vallenata. Diomedes desde muy temprana edad tuvo esa inclinación musical que proviene, según dicen algunos investigadores, de Luis Gregorio Maestre Acosta pariente cercano de su progenitora Elvira Maestre quien se caracterizó por ser un gran decimero y a pesar de no haber tenido estudios, las componía y recitaba magistralmente.

La cercanía con su tío Martín Maestre, acordeonista y compositor fue parte fundamental en su naciente carrera musical.
Sus primeros años los vivió como cualquier niño campesino de la zona, colmada de experiencias fantásticas, contacto directo con la naturaleza, animales de corral como: vacas, chivos, caballos, cerdos, burros, muchos de estos criados por sus padres, cultivando la tierra de pancoger (yuca, plátano, malanga, maíz) que hacían parte de las viandas que servían en su mesa y que también comercializaban y era parte esencial del sustento de su familia, todo esto sumado al canto de las aves silvestres, el correr y el sonido del agua de los riachuelos, las fragancias de las flores y verdes hojas de los árboles, el olor al café matutino.

Toda esa constelación de múltiples y variados olores, sonidos y paisajes fueron desarollando en él una visión del mundo muy particular, mágico y surrealista que luego plasmaría en sus canciones, ya que no solo cantaba, sino que también componía algo que lo convirtió en el «cantautor de las multitudes».
El Cacique de La Junta como se le conocía en el ámbito musical, fue desde sus inicios una persona dotada de un talento histriónico que deslumbraba en cualquier escenario, donde su figura era casi que venerada por miles de seguidores en razón a esa voz e interpretación prodigiosa que le daba a las canciones, secundado por el carisma arrollador que poseía; era un ser capaz de ejercer una presencia magnética sobre las personas, que sin proponérselo captaba la atención de los demás que disfrutaban y se deleitaban de su compañía en el escenario.

El carisma no se comercia, más bien se construye. Un artista carismático como el «Cantor Campesino» es un purificador de incentivos externos e internos que se inquieta ante lo auténtico, que no intenta ser distinto sino que se diferencia simplemente por ser quien es, sin grandes alardes, ni aspavientos, sencillamente a través de su mera presencia.

Para Diomedes la música era como una revelación mayor, las inspiraciones le llegaban cuando más aislado estaba en el espacio y en el tiempo.
Ese talento innato de El Cacique doblado de una inteligencia escénica y natural, que le permitía ocupar todo el escenario él sólo, le facilitaba desencuevar en cada canción el espíritu que se escondía detrás de cada palabra.

No basta con tener la mejor voz para entonar una canción, hay que sentirla vivirla y apropiarse del mensaje de la misma para poder transmitirla y llegar al corazón de los que la escuchan, siendo esta una de las ventajas del hijo de la señora Elvira que sin tener la mejor voz, como otros de sus colegas, si interpretaba con mucha suficiencia sus propias canciones y cuando lo hacía con creaciones musicales de otros compositores lo logró con mucha altura y calidad, porque sabía imprimir en su voz un dejo tan especial y repleto de sentimiento; es decir, tenía la capacidad de sentir la canción como propia y transmitir magistralmente el mensaje expresado por el autor: era como un actor cuando encarna un personaje.

Diomedes Díaz Maestre era un artista nato que dio rienda suelta a su talento y provocó sentimientos y emociones positivas, su fanaticada seguirá escuchando sus canciones por siempre una y otra vez y casi que instantáneamente traerán de vuelta todas las emociones, alegrías y recuerdos de momentos vividos a lo largo de los años. Él pudo exteriorizar su habilidad a través del arte musical y potenció todo su talento artístico con el cual llegó a un multitudinario público que lo aclamará por siempre porque las canciones de su ídolo hacen parte de la banda sonora de sus vidas.

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