El extraño resurgimiento de la malaria que circula por EE UU

Esta enfermedad transmitida por mosquitos fue eliminada hace mucho tiempo de Estados Unidos. Ahora, los 'viajes de venganza', la migración mundial, el escaso financiamiento público, y tal vez el cambio climático, podrían contribuir a su reaparición.
mosquito Anófeles hembra adulta que transmite malaria
La malaria está de regreso.Soumyabrata Roy/Getty Images

Al menos cuatro personas de Florida y una de Texas han sido diagnosticadas con paludismo, enfermedad que debieron contraer cerca de su lugar de residencia, puesto que ninguna de ellas viajó fuera de EE UU o de sus propios estados, según las autoridades sanitarias. Este descubrimiento tan inusual ha hecho que los especialistas en enfermedades infecciosas se pregunten: ¿Quién más podría estar enfermo? y, ¿reconocerán los médicos locales el problema?

La malaria no es una enfermedad sin precedentes en Estados Unidos. Unos 2,000 residentes la contraen cada año, pero casi siempre porque han viajado a un lugar donde es endémica, les ha picado un mosquito infectado y han enfermado al volver a casa. El paludismo adquirido localmente es extremadamente raro. Surge de una cadena de transmisión que probablemente empieza cuando un mosquito estadounidense pica a un turista, un emigrante o un refugiado, quien ha estado en un país endémico y lleva la infección en la sangre. A continuación, el insecto la transmite picando a otra persona. Esto no ocurre en EE UU desde 2003.

Por qué regresan las enfermedades extintas

Según la Organización Mundial de la Salud, cada año se producen unos 247 millones de casos de paludismo en el mundo, y en todos ellos el mosquito es solo el vector. Son los humanos el huésped natural de la enfermedad; los mosquitos solo la transportan entre las personas. A diferencia de lo que ocurre con el Covid y otras enfermedades, los animales no intervienen. Así que cuando los expertos se enteran de que alguien ha sido diagnosticado y pueden estar seguros de que esa persona no ha viajado, su primer impulso es preguntarse: ¿quién más fue infectado pero no hemos encontrado?

"Si ahora mismo hay cinco casos, significa que tiene que haber muchos más mosquitos infectados", afirma Ross Boyce, médico y profesor adjunto de la Facultad de Medicina de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, quien dirige un programa de investigación sobre la malaria en Uganda, "y puede que incluso haya más personas infectadas de las que conocemos en este momento".

Las cinco personas identificadas por las autoridades sanitarias, en el condado de Sarasota, en Florida, y en el condado de Cameron, al extremo sur de Texas, ya han recibido tratamiento y se están recuperando, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). En ambas zonas, los mosquitos han sido atrapados y analizados, y los distritos de control de mosquitos están rociando insecticida para acabar con las poblaciones locales.

Se trata de acciones conocidas en algunas partes de Estados Unidos, ya que fueron clave para defenderse de la epidemia de Zika que se extendió por América del Norte y del Sur en 2016 y aterrizó en Brownsville, Texas, dentro del condado de Cameron, a finales de ese año. Florida lleva más de una década combatiendo brotes de dengue, otro virus transmitido por mosquitos, tras su aparición en Cayo Hueso y su posterior desplazamiento hacia el norte, hasta Miami.

Pero la malaria no ha estado presente de forma persistente en EE UU desde que se eliminó en ese país en 1951, en una campaña que dio origen a los CDC. La agencia se llamaba originalmente Oficina de Control de la Malaria en Zonas de Guerra, y estaba encargada de reducir el impacto de la enfermedad en los soldados que se dirigían a la Segunda Guerra Mundial y a las bases que producían tanques y barcos. A los expertos en malaria les preocupa que los médicos, especialmente los de atención primaria, no la reconozcan cuando la ven.

La evasiva malaria

"La malaria suele tener síntomas muy anodinos: tienes fiebre o te sientes como si tuvieras una gripe", indica Amy Bei, epidemióloga y profesora adjunta de la Escuela de Salud Pública de Yale, quien habló desde un centro de colaboración en la investigación en Senegal, "y no todos los médicos van a tener eso como primer pensamiento", añade. Cuando empieza a haber transmisión local, es importante que los médicos piensen en ello".

Si hay alguna buena noticia en estos recientes descubrimientos, es la especie de parásito que los causa. Los cinco tipos de parásitos de la malaria pertenecen al género Plasmodium, y todos ellos destruyen los glóbulos rojos. Pero la especie de estos nuevos casos es otra: P. vivax, que tiene una distribución geográfica más amplia, aunque es menos letal que la forma dominante P. falciparum. Sin embargo, el vivax sigue enfermando gravemente a las personas y posee un truco evolutivo que no tiene el falciparum. Tras la infección inicial, puede permanecer latente en el hígado, sin causar síntomas y sin aparecer en los análisis de sangre hasta que se reactiva, de modo que una persona que cree haberse recuperado puede no saber que sigue siendo un peligro para otras.

Los riesgos que plantean el dengue y el Zika, y también el virus del Nilo Occidental, han hecho que los estadounidenses empiecen a pensar en el impacto del cambio climático sobre las enfermedades transmitidas por mosquitos. Las especies que propagan esos virus (Aedes aegypti para el dengue y el Zika, y varias especies de Culex para el Nilo Occidental) parecen estar ampliando sus áreas de distribución, y las fuertes tormentas y las noches cálidas provocadas por el cambio climático pueden hacer que las zonas sean más propicias para los mosquitos de lo que lo eran antes.

Pero el paludismo lo transmiten especies de otro género, Anopheles, que ya están presentes en gran parte de Estados Unidos. El cambio climático ha ampliado las regiones donde circulan los Anopheles en África, y algunos estudios sugieren que el cambio climático intensificará los riesgos en múltiples países donde los mosquitos ya están presentes, por ejemplo fomentando mayores poblaciones de insectos o ampliando el número de meses en los que los mosquitos sobreviven.

En Estados Unidos, sin embargo, donde se han producido estos nuevos casos, son los mismos lugares en los que la malaria habría infectado a la gente antes de que se eliminara localmente; ya tienen mosquitos Anopheles, y su clima ya es lo suficientemente cálido como para mantenerlos. Por tanto, es posible que el cambio climático no haya hecho a estas personas más vulnerables que antes.

Eso hace aún más importante que los municipios de las zonas de riesgo desplieguen sólidas medidas de control de los mosquitos. Pero eso es mucho pedir. En Estados Unidos, la lucha contra los mosquitos se controla solo a nivel local, y es muy desigual. Algunas ciudades de Florida pueden desplegar el equivalente a una pequeña fuerza aérea de aviones fumigadores, pero en el resto del sur los fondos escasean. "Espero que esto sea una nueva llamada de atención sobre la necesidad de invertir más en vigilancia y control de vectores", desea Boyce. "Así se detecta en los mosquitos antes de que haya un caso humano", agrega.

En definitiva, evitar que la malaria se propague en EE UU es simple, pero no fácil. Simple, porque solo hace falta que la gente no traiga la infección al país. Pero no es fácil, porque cualquier plan de prevención del paludismo debe tener en cuenta el enorme número de personas que entran en EE UU procedentes de zonas endémicas, ya sea como turistas, como emigrantes económicos o solicitantes de asilo y refugiados. El movimiento humano propaga la malaria y lo ha hecho desde la prehistoria. Es improbable que ese movimiento se detenga, pero el riesgo de infección puede reducirse.

Los viajeros pueden prevenir la infección por paludismo tomando una dosis diaria o semanal de fármacos que matan al parásito cuando circula por la sangre o cuando se reproduce en el hígado. Sin embargo, casi todos los antipalúdicos tienen efectos secundarios, desde leves como malestar estomacal y dolores de cabeza hasta sueños vívidos y destellos de psicosis, por lo que la gente suele renunciar a ellos. Con el auge de los "viajes de venganza" (así han llamado a los viajes que hace la gente para recuperar el tiempo perdido en una pandemia) tras la epidemia de Covid-19, más estadounidenses que nunca se aventuran a visitar zonas tropicales endémicas, y si no se protegen, pueden llevar la malaria a casa como involuntario souvenir.

"Ya tenemos 2,000 casos al año, y muchos de ellos se deben a que la gente no tomó precauciones", advierte Johanna Daily, investigadora de la malaria desde hace mucho tiempo, profesora de la Facultad de Medicina Albert Einstein y médico del Sistema de Salud Montefiore: “Si la gente viaja a zonas endémicas, por favor, acude a una clínica de viajes, por favor, toma antimaláricos. Podría prevenir el paludismo aquí en EE UU”.

Artículo originalmente publicado en WIRED. Adaptado por Mauricio Serfatty Godoy.


Algunos estudios mencionados en este artículo: